viernes, 7 de marzo de 2008

SUR: POLÍTICA E IDEOLOGÍA

Asumimos la política como la esfera de la vida social constituida por el entramado de las relaciones de poder, que se establecen entre los grupos humanos a partir de diferenciaciones jerarquizantes. Cuando estas relaciones sociales devienen en estructuras rígidas y verticales, que a través de la titularidad y el ejercicio del poder suponen el bienestar de un grupo social hegemónico a costa del malestar de otros grupos subalternos, identificamos y denunciamos el fenómeno de la dominación.

La dominación se ejerce a su vez a través de dos mecanismos fundamentales: la coerción, que implica el sometimiento por el uso llano de la fuerza; y el consenso, que implica el convencimiento de dominadores y dominados de la legitimidad e inmutabilidad de las relaciones dadas de poder, esto es, la violencia simbólica. Al soporte discursivo de las estructuras sociales y de las relaciones de poder, que se invisibiliza hasta hacerse sentido común, le llamamos ideología.

Una acción es política cuando se orienta a mantener o modificar determinadas relaciones de poder. Politizar un fenómeno o un espacio, es en primer lugar visibilizar las relaciones de poder que lo determinan, y en segundo lugar actuar sobre ellas. Al repertorio de principios y de valores que sustentan nuestras teorías y prácticas políticas, le denominamos también ideología.

Bajo esas premisas, afirmamos que el sentido más amplio de nuestra acción política es combatir la dominación en todas sus formas. Apostamos por lo tanto por una política de socialización y redistribución equitativa de los recursos materiales, simbólicos y políticos que la sociedad produce, y que el capitalismo, el racismo, el heterosexismo, el fundamentalismo y el imperialismo, como formas particulares y conexas de la dominación, concentran en torno a pequeñas élites.

Nos reconocemos en la vasta tradición de lucha de nuestro pueblo y de los grupos oprimidos. Valoramos sus conquistas considerando también sus falencias. Nos ubicamos en la continuidad de la interminable lucha por la liberación.

Reivindicamos además, en la vida y en la obra de José Carlos Mariátegui, fundador del socialismo peruano, un paradigma vigente para la acción política emancipatoria. Sintetizamos el legado mariateguista en los siguientes enunciados:

· La concepción de la política socialista como una actividad esencialmente creadora y libertaria. En un contexto en el que el neoliberalismo hegemónico y el posibilismo conservador de las izquierdas claudicantes han reducido la política a un mero asunto de gestión y administración del aparato estatal, reivindicamos la política como una práctica primordialmente emancipatoria y creativa, “ni calco ni copia”, sino “creación heroica”.

· El trabajo intelectual dedicado a la elaboración del pensamiento crítico. Subrayamos la importancia crucial de levantar discursos alternativos al pensamiento hegemónico, recuperando los saberes subalternos y enriqueciéndolos permanentemente, como parte orgánica de la lucha de los pueblos y grupos oprimidos.

· La valoración positiva de la dimensión no-racional de la política, que Mariátegui llamó el “mito revolucionario”. Aquí, reivindicamos por un lado, la tarea de inventar y recrear racionalidades distintas a la racionalidad instrumental de la modernidad y el capitalismo, y por el otro, reconocemos el papel definitivo de la voluntad individual y de las subjetividades en los procesos emancipatorios.

· La asimilación de la militancia y su ética, en el proyecto personal de vida. “Mi pensamiento y mi vida –declaraba el Amauta- constituyen una sola cosa, un único proceso”.

· La afirmación del socialismo como alternativa. Frente a la indefinición post-capitalista y post-moderna de muchas opciones contestatarias, y reconociendo la pluralidad y legitimidad de las diferentes apuestas progresistas, reivindicamos con Mariátegui al Socialismo como proyecto libertario, y con él, a la Solidaridad como el principio mayor de una organización social radicalmente diferente del capitalismo individualista y competitivo.

En el proceso histórico de la construcción de una alternativa socialista para nuestro pueblo, reconocemos la obra de Alberto Flores Galindo como un punto de inflexión, que evidencia el agotamiento de una época y de una generación, y sienta las bases de una nueva etapa. Asumimos el ejemplo y el encargo de Flores Galindo de volver a pensar el socialismo, para dotarlo de futuro; de hacer del socialismo “una palabra realmente inédita en el Perú” y de reencontrar su “dimensión utópica”.

En la línea de Mariátegui, asumimos la organización de los grupos subalternos como una tarea fundamental de la construcción del poder popular y de la emancipación social. Reivindicamos por ello la figura histórica de María Elena Moyano, como símbolo de la resistencia popular frente a la miseria, la violencia y el terror, y de la consecuencia militante, llevada hasta el sacrificio de la propia vida, en defensa de las organizaciones populares y de la causa socialista.

Entendemos al socialismo como una alternativa necesariamente plural, en la que pueden converger numerosas tradiciones libertarias de todos los pueblos y colectividades del mundo. En ese marco, encontramos en la historia de las luchas populares de la América Latina, un referente político ineludible y una fuente inagotable para la reafirmación socialista. Así, los colores rojo y negro, del Movimiento 26 de Julio, los asumimos como propios, como símbolos del ímpetu socialista latinoamericano.

Dos inquietudes primigenias subyacen a nuestro ideario político: la rebeldía y la esperanza; la negación de un presente injusto y la afirmación de un futuro mejor. Y nuestra práctica política se contiene en tres elementos centrales: reflexión, organización y acción, para la transformación socialista.