El Colectivo SUR de Arequipa, frente al nuevo escenario político, expresa lo siguiente:
1. Constatamos, en primer lugar, un violento e inesperado proceso de derechización y militarización del gobierno de Ollanta Humala, que se ha hecho evidente en el manejo del conflicto minero en Cajamarca –que ha implicado la suspensión de los derechos constitucionales de la población civil, la militarización del conflicto, la violación sin precedentes de la autonomía de un gobierno regional, la persecución y detención arbitraria de los dirigentes sociales y en general un desempeño intolerante, autoritario e inconstitucional de parte del gobierno de Humala- y el posterior desafuero del gabinete ministerial llamado de “concertación” presidido por Salomón Lerner. A la luz de estos hechos, consideramos que es previsible una escalada autoritaria y neoliberal, propiciada por los sectores más reaccionarios del militarismo humalista, comandados por el propio Ollanta Humala y su primer ministro Óscar Valdés, que ya ha sido respaldada y celebrada con gran entusiasmo por la derecha económica y sus voceros políticos, entre ellos, la mafia fujimorista que fue derrotada en las elecciones pasadas, con el concurso desinteresado de amplísimos sectores de la población peruana.
2. Frente a este complejo escenario, es nuestro deber denunciar la traición inescrupulosa del humalismo a las enormes expectativas de la mayoría de la población peruana que orientó su voto hacia la posibilidad de un cambio real en nuestro país. Lamentamos profundamente la enorme frustración que ha suscitado el imprevisible viraje humalista entre quienes decidimos respaldar la candidatura presidencial de Ollanta Humala, convencidos de que se trataba de la mayor oportunidad que ha existido en décadas en el Perú de rectificar el rumbo neoliberal y autoritario del gobierno nacional. Deploramos que esa gran oportunidad histórica, por la cual se movilizaron millones de compatriotas en todo el país, haya sido vilmente traicionada y desperdiciada. Ninguna otra candidatura como la de Humala en los últimos años, despertó tantas esperanzas y convocó tantas voluntades. A estas alturas, parece claro que el humalismo ha optado por dar al trasto con esa mayoritaria voluntad de cambio expresada en las urnas.
3. En lo que a la izquierda peruana se refiere, debemos admitir que la acelerada degeneración del humalismo ha puesto en evidencia una vez más la enorme precariedad de nuestras fuerzas. Expectorados los cuadros de izquierda de la administración estatal y abandonados los proyectos de cambio por parte del gobierno de Humala, la ilusión de articular un polo progresista en el Perú en torno al humalismo ha sido definitivamente liquidada. De nuevo nos hemos visto en la misma patética situación en la que llegamos a las puertas de la última elección presidencial: con organizaciones pequeñas, débiles y dispersas; con liderazgos nacionales desgastados que no se han renovado en las últimas cuatro décadas; sin referentes ni instrumentos políticos nacionales que articulen de alguna manera los distintos núcleos progresistas que activan a lo largo del país.
4. Un elemento, sin embargo, introduce una crucial diferencia. Más de un tercio del país expresó claramente en la coyuntura electoral su firme voluntad de cambio, y ni las millonarias campañas macartistas emprendidas por el poderoso fascismo criollo pudieron desalentar esa legítima aspiración. Esa importante corriente de opinión, nutrida del descontento y la injustica seculares que el neoliberalismo ha generalizado, y sostenida en los últimos años por las luchas sociales emprendidas por distintos sectores, ha quedado nuevamente sin representación política, a la luz de la repugnante traición de Ollanta Humala y sus testaferros. La izquierda, que volvió a tener un rol expectante en las últimas elecciones, está llamada a llenar ese vacío.
5. Estamos pues de cara a un desafío histórico de gran magnitud. Las tareas que se desprenden de él no son de menor envergadura. Y, a pesar de ello, lo menos pertinente sería enfrascarse en discusiones y especulaciones interminables, como las que han sido recurrentes entre nosotros, que terminen postergando lo impostergable: hacer de la izquierda peruana una fuerza política dirimente en la escena política nacional, con vocación y posibilidad de ser gobierno. La articulación de nuestras dispersas organizaciones e individualidades, así como la renovación de nuestros liderazgos, son procesos en los cuales hemos insistido desde antes y cuya decisiva importancia hoy debemos reafirmar.
6. Consecuentemente, el Colectivo SUR ha decidido emprender junto con otras organizaciones progresistas, un proceso de convergencia a nivel regional, orientado a reunir nuestras fuerzas para la disputa política y electoral, y también desde luego, para resistir junto a nuestro pueblo los embates del reaccionario militarismo humalista. Exhortamos a todos los núcleos socialistas y progresistas del país a asumir decididamente las arduas tareas de construcción de un espacio político propio, más allá del mero activismo al que han estado reducidas la más de nuestras organizaciones, sin vacilaciones ni cálculos mezquinos del interés de grupo.
7. Finalmente, insistimos en que nos toca sobre todo mirar hacia adelante. La nostalgia del pasado, permanentemente alentada por sus sobrevivientes, debe ser entre nosotros desplazada por la determinación sincera de construir una nueva izquierda, capaz de responder a los enormes desafíos que la historia nos ha dispuesto en esta hora. La audacia que hasta ahora no hemos tenido en grado suficiente, debe ser en adelante nuestra mayor virtud.
1. Constatamos, en primer lugar, un violento e inesperado proceso de derechización y militarización del gobierno de Ollanta Humala, que se ha hecho evidente en el manejo del conflicto minero en Cajamarca –que ha implicado la suspensión de los derechos constitucionales de la población civil, la militarización del conflicto, la violación sin precedentes de la autonomía de un gobierno regional, la persecución y detención arbitraria de los dirigentes sociales y en general un desempeño intolerante, autoritario e inconstitucional de parte del gobierno de Humala- y el posterior desafuero del gabinete ministerial llamado de “concertación” presidido por Salomón Lerner. A la luz de estos hechos, consideramos que es previsible una escalada autoritaria y neoliberal, propiciada por los sectores más reaccionarios del militarismo humalista, comandados por el propio Ollanta Humala y su primer ministro Óscar Valdés, que ya ha sido respaldada y celebrada con gran entusiasmo por la derecha económica y sus voceros políticos, entre ellos, la mafia fujimorista que fue derrotada en las elecciones pasadas, con el concurso desinteresado de amplísimos sectores de la población peruana.
2. Frente a este complejo escenario, es nuestro deber denunciar la traición inescrupulosa del humalismo a las enormes expectativas de la mayoría de la población peruana que orientó su voto hacia la posibilidad de un cambio real en nuestro país. Lamentamos profundamente la enorme frustración que ha suscitado el imprevisible viraje humalista entre quienes decidimos respaldar la candidatura presidencial de Ollanta Humala, convencidos de que se trataba de la mayor oportunidad que ha existido en décadas en el Perú de rectificar el rumbo neoliberal y autoritario del gobierno nacional. Deploramos que esa gran oportunidad histórica, por la cual se movilizaron millones de compatriotas en todo el país, haya sido vilmente traicionada y desperdiciada. Ninguna otra candidatura como la de Humala en los últimos años, despertó tantas esperanzas y convocó tantas voluntades. A estas alturas, parece claro que el humalismo ha optado por dar al trasto con esa mayoritaria voluntad de cambio expresada en las urnas.
3. En lo que a la izquierda peruana se refiere, debemos admitir que la acelerada degeneración del humalismo ha puesto en evidencia una vez más la enorme precariedad de nuestras fuerzas. Expectorados los cuadros de izquierda de la administración estatal y abandonados los proyectos de cambio por parte del gobierno de Humala, la ilusión de articular un polo progresista en el Perú en torno al humalismo ha sido definitivamente liquidada. De nuevo nos hemos visto en la misma patética situación en la que llegamos a las puertas de la última elección presidencial: con organizaciones pequeñas, débiles y dispersas; con liderazgos nacionales desgastados que no se han renovado en las últimas cuatro décadas; sin referentes ni instrumentos políticos nacionales que articulen de alguna manera los distintos núcleos progresistas que activan a lo largo del país.
4. Un elemento, sin embargo, introduce una crucial diferencia. Más de un tercio del país expresó claramente en la coyuntura electoral su firme voluntad de cambio, y ni las millonarias campañas macartistas emprendidas por el poderoso fascismo criollo pudieron desalentar esa legítima aspiración. Esa importante corriente de opinión, nutrida del descontento y la injustica seculares que el neoliberalismo ha generalizado, y sostenida en los últimos años por las luchas sociales emprendidas por distintos sectores, ha quedado nuevamente sin representación política, a la luz de la repugnante traición de Ollanta Humala y sus testaferros. La izquierda, que volvió a tener un rol expectante en las últimas elecciones, está llamada a llenar ese vacío.
5. Estamos pues de cara a un desafío histórico de gran magnitud. Las tareas que se desprenden de él no son de menor envergadura. Y, a pesar de ello, lo menos pertinente sería enfrascarse en discusiones y especulaciones interminables, como las que han sido recurrentes entre nosotros, que terminen postergando lo impostergable: hacer de la izquierda peruana una fuerza política dirimente en la escena política nacional, con vocación y posibilidad de ser gobierno. La articulación de nuestras dispersas organizaciones e individualidades, así como la renovación de nuestros liderazgos, son procesos en los cuales hemos insistido desde antes y cuya decisiva importancia hoy debemos reafirmar.
6. Consecuentemente, el Colectivo SUR ha decidido emprender junto con otras organizaciones progresistas, un proceso de convergencia a nivel regional, orientado a reunir nuestras fuerzas para la disputa política y electoral, y también desde luego, para resistir junto a nuestro pueblo los embates del reaccionario militarismo humalista. Exhortamos a todos los núcleos socialistas y progresistas del país a asumir decididamente las arduas tareas de construcción de un espacio político propio, más allá del mero activismo al que han estado reducidas la más de nuestras organizaciones, sin vacilaciones ni cálculos mezquinos del interés de grupo.
7. Finalmente, insistimos en que nos toca sobre todo mirar hacia adelante. La nostalgia del pasado, permanentemente alentada por sus sobrevivientes, debe ser entre nosotros desplazada por la determinación sincera de construir una nueva izquierda, capaz de responder a los enormes desafíos que la historia nos ha dispuesto en esta hora. La audacia que hasta ahora no hemos tenido en grado suficiente, debe ser en adelante nuestra mayor virtud.
Arequipa, diciembre de 2011
Colectivo Socialismo, Utopía y Revolución - SUR