domingo, 14 de marzo de 2010

LA IZQUIERDA, LA DEMOCRACIA Y LOS DERECHOS HUMANOS. A PROPÓSITO DE CUBA Y EL DEBATE EN TIERRA Y LIBERTAD

“Nos sentimos una fuerza beligerante, polémica.
No le hacemos ninguna concesión al criterio generalmente falaz
de la tolerancia de las ideas. Para nosotros
hay ideas buenas e ideas malas.”

José Carlos Mariátegui


A propósito del debate suscitado en el Movimiento Tierra y Libertad a partir de las opiniones de su Comisión Política Transitoria sobre la democracia, los derechos humanos, la izquierda y el proceso cubano, y los emplazamientos de algunos de sus miembros hacia nuestra organización, la plenaria del Colectivo SUR reunida de ordinario manifiesta lo siguiente:

1. Construir una organización política prescindiendo del debate ideológico o constriñéndolo sólo a periodos congresales muy específicos nos pondría en la ruta del estalinismo y el llamado “centralismo democrático”, que entre nosotros han sido abiertamente rechazados. En ese sentido, nos satisface tomar parte de una discusión sobre temas de fondo como la democracia, los derechos humanos y la renovación de la izquierda, cuyos niveles de acritud –entendemos- se corresponden con la vasta diversidad de tendencias que han convergido en TyL.

2. Consideramos un despropósito que la izquierda adopte como suyas las concepciones minimalistas de los DD.HH. que los equiparan únicamente a las libertades individuales y económicas, y que jerarquizan a todos los demás derechos por debajo, como accesorios y prescindibles. Sólo desde esa posición sesgada hacia el liberalismo se puede hacer la generalización atroz y falaz de que en Cuba no se respetan libertades y se violan los DD.HH. Insistimos, ¿alimentación, educación, salud, seguridad, no son DD.HH.? ¿El derecho de las mujeres a decidir libremente sobre la interrupción de sus embarazos, no es una libertad? ¿Los esfuerzos del Estado cubano por proteger a las minorías sexuales y por garantizar el respeto a las personas en razón de su identidad de género no cuentan en materia de libertades y DD.HH.? ¿Los extraordinarios despliegues del Estado y la sociedad cubana para proteger la vida de todos sus ciudadanos cuando se suscitan desastres naturales merecen ser totalmente ignorados? Afirmar entonces, como lo hace la CPT de TyL, que el gobierno cubano “responde con la violación de los derechos humanos a quienes expresan sus discrepancias políticas” supondría asumir que a los “disidentes” se les expulsa de las escuelas, se les niega la atención en los hospitales y se les deja a la intemperie a merced de los huracanes. Nada de eso sucede en Cuba.

3. Las fuentes del debate deber ser también cuidadosamente examinadas. No creemos que las ONG transnacionales de DD.HH. estén exentas de intereses particulares y condicionamientos, y no creemos por lo tanto que sus afirmaciones deban ser atendidas sin ningún reparo. Basta recordar que muchas ONG de DD.HH., también en el Perú, reciben o han recibido financiamientos de agencias norteamericanas como la USAID o el NED, que alrededor de todo del mundo solventan golpes de estado y actividades sediciosas en contra de gobiernos populares, democráticos y antiimperialistas que provocan numerosas muertes. De más está decir que todas las financieras condicionan sus recursos a sus propias concepciones ideológicas y prioridades políticas. Las ONG en consecuencia no son actores neutrales porque no se encuentran –y absolutamente ningún otro actor podría estarlo- al margen de la lucha política. Entonces, ¿por qué deberíamos creerle más a las ONG que al gobierno revolucionario de Cuba? ¿Qué las convierte en las fuentes inmaculadas de la verdad? ¿Por qué deberíamos tomarlas como nuestros referentes políticos?

4. Rechazamos que nuestro punto de partida para hablar de democracia sea la democracia liberal. O sea que para calificar un régimen de democrático se precisen, sobre todas las cosas y casi exclusivamente, “elecciones competitivas y separación de poderes”, con lo cual sólo nos quedaría Cuba, “triste paradoja, como la única dictadura supérstite en la región”, tal como se postula desde el “liberalismo de izquierda” –si es que semejante cosa existe-. Para las y los socialistas, la democracia no pasa siquiera, necesariamente, por la institucionalidad liberal. Creemos que otras formas de dotar de institucionalidad a un régimen político que se procure democrático, ajenas al liberalismo occidental, son posibles y necesarias. Los Estados plurinacionales son un buen ejemplo. Pero también las elecciones en Cuba, que algunos “liberales de izquierda” ignoran como si no existieran, y que sin duda han resuelto de mejor manera que otros sistemas políticos las distorsiones de lo privado sobre lo público, como aquellas que provocan los millonarios financiamientos que precisan las campañas electorales en las “democracias occidentales”. Regímenes políticos como el que tenemos en el Perú o en la mayor parte de América Latina y aun en occidente, antes que democracias son más bien –en palabras de Cornelius Castoriadis- oligarquías liberales.

5. De tal suerte que al pedir una “transición democrática” para Cuba –que parte de la inaceptable premisa de que al no tener instituciones liberales no existe democracia en la isla- los “liberales de izquierda” deberían precisar si se trata de una transición al estilo de Europa del Este, “con elecciones competitivas y separación de poderes”, profundización de la desigualdad, la pobreza y la corrupción, o como la transición española con monarquía y sometimiento de las nacionalidades incluidas, o como la chilena con constitución neoliberal y bipartidismo “democrático” excluyente de las minorías, con “alternancia” entre la derecha pinochetista y el liberalismo conservador de la Concertación, o una mezcla corregida y aumentada de todas ellas que fueron, por lo demás, “transiciones democráticas” hacia la consolidación del capitalismo. ¿Eso es lo que queremos para Cuba?

6. Las y los socialistas por cierto no creemos que Cuba sea una sociedad perfecta, ni que tampoco lo sea su sistema político. Discrepamos del modelo de partido único, porque creemos en la pluralidad dentro del socialismo. Nos preocupa también la burocratización del Partido Comunista Cubano y sus muestras frecuentes de conservadurismo. Y sobre todo, nos alarma que como consecuencia de lo anterior no se haya producido medio siglo después de la revolución, una renovación generacional en las más altas esferas de la dirigencia cubana para salvaguardar el propio proceso revolucionario. Desde luego, nuestras discrepancias con el sistema político cubano no apelan al liberalismo ni a sus hipocresías para desprestigiarlo, sino a la necesidad de democratizar aún más el socialismo y mejorar sus resultados en materia económica y social, para remontar la creciente apatía y el escepticismo que muestran muchos sectores de la sociedad cubana. Pero una “transición democrática” hacia el capitalismo no es para la mayoría de los cubanos ni para nosotros una opción. Como no lo es tampoco la promoción de una “disidencia” sediciosa, imperialista y contrarrevolucionaria.

7. Planteamos, en todo caso, poner a prueba los sentidos comunes del fundamentalismo liberal, tan arraigado entre algunas corrientes de la “izquierda democrática”. Vale la pena preguntarse por ejemplo qué ha significado para el pueblo peruano la sucesión y la “alternancia democrática” de los gobiernos de Belaúnde, Fujimori, Toledo y García. De hecho ha habido más continuidades que rupturas. La alternancia de gobernantes y funcionarios ha sido más bien un espejismo electoral para disimular el continuismo neoliberal y el control del Estado por los mismos grupos de poder. Otro tanto sucede en la mayoría de los países de América Latina, que el “liberalismo de izquierda” ensalza como democráticos. La cháchara de la “alternancia democrática” es sólo eso, una exaltación de las apariencias, un discurso hueco del que la derecha echa mano para tratar de contener los procesos de transformación política y social que requieren sostenerse en el tiempo para consolidarse. La verdadera alternancia se produce cuando se invierten los papeles en la conducción del Estado y no suele ser ni tolerada ni celebrada por la derecha, y el mejor de los casos suscita desconfianza cuando no viscerales ataques por parte de la “izquierda liberal”.

8. Hace falta, por otro lado, desenmascarar las poses de los agentes del liberalismo que operan en la izquierda. ¿Cuántos adherentes de la “izquierda democrática” en el Perú, por ejemplo, se dejaron seducir por el gobierno de derechas de Toledo y su consigna insustancial de la “transición democrática”? ¿Cómo se comportó el gobierno de Perú Posible en materia de derechos humanos? Por lo pronto, sólo en Arequipa, la policía asesinó en el año 2002 a dos compañeros estudiantes de la UNSA, cuando tratábamos de impedir en las calles la privatización de nuestras empresas eléctricas. ¿Quién le ordenó a la policía desde su puesto de ministro del interior desatar una represión tan salvaje? Nada menos que Fernando Rospigliosi, el mismo miserable que hoy se atreve a emplazar a la izquierda instándola a que condene al gobierno cubano por violar los DD.HH. y que desgraciadamente al menos en algún caso parece haber logrado su propósito. ¿Y quién vino hasta a Arequipa a suplicar a los dirigentes que se suspendiera la huelga indefinida, se privatizaran las empresas y que nos olvidáramos de nuestros muertos? El archidemócrata Nicolás Lynch en persona, en aquella época fallido ministro de educación y reciclado ahora –gracias a su fino olfato- en las filas del humalismo. El pueblo por supuesto lo recibió aquella vez como se lo merecía: a pedradas. Parafraseando a este “intelectual orgánico” de la autodenominada “izquierda democrática”, los jóvenes muertos en junio de 2002 en Arequipa “murieron de democracia”. ¿Cuántas campañas internacionales se desataron entonces para condenar al régimen de Perú Posible? ¿Cuántos “demócratas” de los que hoy se retuercen para condenar a Cuba cuestionaron el carácter democrático de aquel gobierno o su comportamiento en materia de DD.HH. por todos los crímenes que Toledo y sus asalariados cometieron en nombre de la “democracia” y la gobernabilidad? Nuestra intransigencia con el “liberalismo de izquierda” tiene consecuentemente, además de razones políticas, profundas motivaciones éticas. Más precisamente: no concebimos una ética ajena a nuestras convicciones políticas.

9. Creemos que estas discusiones, lejos de ser inútiles, nos proporcionan insumos para examinar nuestros propios procesos; para problematizar por ejemplo cuál es el lugar de la ética –a la que tanto se ha aludido y que nosotros pensamos que es imposible de situar al margen de la lucha política- en la construcción de nuestros referentes políticos, en la formación de alianzas y en el alcance de las mismas. Pero no sólo en la teoría y las declaraciones de principios, sino en el terreno concreto donde las urgencias de la lucha electoral nos vuelven tan proclives al pragmatismo. O para repensar, por inoportuno o intrascendente que a algunos les parezca, qué significa ser de izquierda en el Perú hoy por hoy, y por qué nos cuesta tanto recuperarnos de la derrota histórica que sufrimos la década anterior, al extremo que copiamos y reproducimos el lenguaje y los argumentos de la derecha en asuntos tan importantes como la democracia, los derechos humanos y los procesos de construcción del socialismo en América Latina. En ese sentido, los cuestionarios que algunos miembros de la dirección nacional de TyL le han planteado al Colectivo SUR deberían enriquecerse y extenderse a toda la militancia del movimiento.

10. Recalcamos que no nos sentimos dueños de la verdad. Solamente hemos planteado una posición desde nuestra convicción socialista y libertaria. Y en ese propósito esgrimimos con claridad nuestros argumentos. No nos sorprende, de cualquier forma, que también dentro de la izquierda sea Lima un bastión del conservadurismo. No le rehuimos al debate. Con todo, seguimos contribuyendo con procesos de articulación de las fuerzas progresistas, en espacios como el núcleo impulsor de Arequipa del movimiento TyL, la Coordinadora Político Social y la Coordinadora de la Macro Región Sur contra la Agresión Minera. Y dentro o fuera de esos u otros proyectos, seguiremos siempre en la lucha por la justicia y por la patria socialista que soñó Mariátegui.

Arequipa, 09 de marzo de 2010

Colectivo SUR

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